La primera reacción nuclear controlada del hemisferio sur de la historia se realizó en Argentina. Se produjo el 17 de enero de 1958 en el reactor RA-1 del Centro Atómico Constituyentes. Este hito de la ciencia argentina fue el corolario de una historia fascinante que inició con una promesa imposible y siguió con el talento y el compromiso de científicos muy destacados. A casi 70 años de ese día, Argentina tiene tres centrales nucleares operativas (Atucha I y II, en Lima, Pcia. de Buenos Aires; y Embalse, en Córdoba) y produce y exporta radioisótopos y reactores de investigación con aplicaciones en salud, alimentos y otras industrias. Como dato de color de esta historia singular, no es casualidad que el director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), la máxima autoridad global en la materia, sea un argentino actualmente: el diplomático Rafael Grossi.
En 2023, casi el 6% de la energía eléctrica producida en Argentina fue de origen nuclear por detrás de la de generación térmica (58%), hidroeléctrica (25%) y otras renovables (13%). En este mix, se la conoce como “energía de base”, en el sentido en que está generando permanentemente, como una suerte de colchón, a diferencia de las energías eólica o solar, que son intermitentes. O de las centrales térmicas de ciclo combinado que pueden “prenderse” o “apagarse” fácilmente.
La energía nuclear atraviesa un renacer global muy interesante. La principal ventaja que se le asigna es que no emite gases de efecto invernadero. Durante la última Cumbre de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP28), se declaró por primera vez que “la energía nuclear cumplirá un rol fundamental para alcanzar las cero emisiones en 2050” y se instó a triplicar la capacidad instalada para ese año. Bill Gates está entre sus mayores promotores, con su start-up de reactores modulares de baja potencia (SMR, por sus siglas en inglés) TerraPower. Y actualmente, se están construyendo 60 reactores en todo el mundo, un número récord en las últimas décadas. Japón juega un rol decisivo en este nuevo “clima cultural”: a 13 años del accidente de Fukushima, y de haber interrumpido las actividades de sus 54 plantas nucleares, el primer ministro Fumio Kishida manifestó su intención de reiniciar el plan nuclear japonés.
El sector nuclear en Argentina está casi en su totalidad controlado por el Estado. Y una de las iniciativas más destacadas es el reactor CAREM (del tipo SMR, como los que construye Bill Gates), cuyo prototipo está en construcción para salir al mercado en la próxima década. La administración de las tres centrales corre a cuenta de Nucleoeléctrica Argentina (NASA), que de acuerdo a la Ley Bases aprobada en junio, quedó sujeta a privatización en un programa de propiedad participada. Si bien aún no parece haber definiciones concretas sobre el plan nuclear argentino, este tipo de energía está llamada a cumplir un rol relevante en nuestro país en las próximas décadas. Sobre todo teniendo en cuenta el “revival” global que se vive actualmente.
Energía nuclear en América
A nivel mundial, hay 448 reactores nucleares operativos distribuidos solo en 33 países. Con Estados Unidos a la cabeza del mundo, con el 20% del total, con 93 reactores nucleares, seguido por Francia con 56, y China con 55 completando el podio, siendo este el país con mayor crecimiento en la última década, sumando 42 nuevas plantas.
En América Latina solo tres países cuentan con este tipo de energía. Argentina tiene una presencia marcada, siendo el de mayor cantidad de reactores en funcionamiento, con tres. Brasil también es un actor clave en la región, operando dos reactores, Angra 1 y Angra 2, y actualmente construyendo un tercero, Angra 3. México es el tercero de los países, con dos centrales, Laguna Verde 1 y 2.
La energía nuclear sigue siendo una fuente crucial de generación de electricidad para muchos países, especialmente aquellos con altos niveles de industrialización y demanda energética.
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