De las diferentes maneras de producirlo provienen sus colores: gris, azul, turquesa, verde, rosa, marrón, entre los más conocidos. El hidrógeno gris ha sido históricamente -y lo sigue siendo en Argentina y en el mundo- la principal manera de obtenerlo. Se extrae a partir del reformado del gas metano (el principal componente del gas natural), cuya molécula está formada por un átomo de carbono y cuatro de hidrógeno (CH4). A partir del calor se separan estos átomos para obtener hidrógeno puro, liberando a la atmósfera el carbono en forma de CO2.
Ese es el principal problema de este método: las emisiones de gases de efecto invernadero. El hidrógeno azul resuelve parte del inconveniente capturando el CO2 restante y el hidrógeno turquesa hace lo propio a partir de la pirólisis (altas temperaturas en ausencia de oxígeno). Pero si bien existen cientos de iniciativas prometedoras alrededor del mundo, la ecuación técnica y económica sigue siendo compleja.
El hidrógeno verde es sin dudas el más esperanzador de todos. Se obtiene a través de la electrólisis del agua: la separación de las moléculas de H2O a partir de la electricidad. Si esa electricidad proviene de fuentes renovables, el resultado es hidrógeno puro sin emisiones. Es decir, verde.
En Argentina ya existe un proyecto que produce hidrógeno verde a partir de energía renovable. Se trata de la empresa Hychico, establecida en 2006 en la zona de Comodoro Rivadavia, junto al parque eólico Diadema. Su producción se dedica fundamentalmente para la mezcla con gas natural pero tiene sobre todo propósitos de desarrollo: lo que buscan es probar la factibilidad técnica y económica de la producción de hidrógeno verde a escala.
La más famosa de las iniciativas es, sin embargo, la de la compañía australiana Fortescue Future Industries (FFI), presentada en 2021 como “la inversión del siglo”. Si bien no se han logrado avances concretos, la compañía reafirmó recientemente su voluntad de invertir en Argentina para producir hidrógeno verde.
Argentina además institucionalizó su Estrategia Nacional de Hidrógeno, que establece metas y propone incentivos para este tipo de desarrollos. Paralelamente, el consorcio H2Ar, creado por Y-Tec (el brazo de innovación de YPF) y formado por diversas empresas de energía y movilidad, también trabaja con este objetivo. El potencial de Argentina es innegable: recursos renovables abundantes y de calidad, grandes extensiones de territorio y agua, y know-how de empresas y profesionales. Lo que falta, coinciden los analistas, es estabilidad económica y jurídica que fomenten este tipo de inversiones a largo plazo. El hidrógeno ya es una realidad a nivel global y Argentina tiene una enorme oportunidad para convertirse en referente, tal como lo viene haciendo Chile.
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