Bolivia alcanzó su pico de producción en 2016, con más de 60 millones de m³ diarios. Ese volumen le permitió abastecer su mercado interno y exportar con holgura a Brasil y Argentina, generando ingresos clave para su economía.
Hoy la historia es muy distinta: en julio de 2025 su producción fue de apenas 24,3 millones de m³ diarios, menos de la mitad de lo que producía hace diez años. Las razones se combinan entre el agotamiento de campos maduros, la falta de inversión en exploración, un marco regulatorio poco atractivo para capitales internacionales y las tensiones políticas internas. El resultado es que Bolivia ya no puede cumplir cómodamente con sus contratos de exportación y, de mantenerse la tendencia, hacia fines de esta década podría incluso convertirse en importador de gas.
El auge de Vaca Muerta
En paralelo, Vaca Muerta vivió un crecimiento exponencial. En 2015 apenas aportaba 0,6 millones de m³/día; diez años después, a Julio de 2025 registró 90,96 millones de m³/día. Es decir, más del triple de toda la producción de todo Bolivia.
El salto se explica por la incorporación de nuevas tecnologías, como la perforación horizontal y la fractura hidráulica, que permitieron desbloquear recursos antes inaccesibles. También fue clave la llegada de inversiones de grandes jugadores internacionales, en alianza con YPF, que aportaron capital y experiencia. A esto se sumó un marco regulatorio que ofreció previsibilidad, con programas como el Plan Gas.Ar y la apertura de contratos de exportación, y el desarrollo de infraestructura, en particular el gasoducto Presidente Néstor Kirchner, que permitió evacuar el gas hacia los centros de consumo.
Un nuevo mapa energético
El contraste no puede ser más claro. Bolivia, que en otro tiempo fue un proveedor confiable, hoy pierde protagonismo regional. Argentina, que durante años dependió de ese suministro, avanza hacia el autoabastecimiento y empieza a perfilarse como futuro exportador neto.
El cambio de roles redefine la relación energética entre los dos países y altera el tablero regional: Argentina ya no solo cubre su propia demanda, sino que tiene el potencial de ofrecer excedentes a mercados vecinos. La transición del gas en Sudamérica muestra cómo la combinación de inversión, tecnología e infraestructura puede dar vuelta una historia en pocos años. De importador a posible exportador, Argentina encontró en Vaca Muerta la llave para transformar su seguridad energética y proyectarse hacia afuera.
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